Es emocionante pensar que puede hacer tu hijo en estos momentos, cuando tu estás en el Primer Mundo y el está en el Tercer Mundo esperando sus primeros brazos paternales. Son contrastes difíciles de explicar y enseguida te viene a la mente la sensación de que cuando aquí no valoramos la abundancia allí desean tan solo la supervivencia. Es pot esto que la rabia te hace sentir impotente, ya que sabes que la sociedad vive, mayoritariamente, de espaldas a este mundo.
Los desequilibrios resulta que son necesarios para que una pequeña parte del Planeta viva con todo tipo de lujos, pero cuando tienes una parte de ti al otro lado de el mundo el vientre es lo primero que se te contrae y reclama a la parte del cuerpo que haga algo. Llegas a la conclusión que tenemos tanto y de todo que no sabemos valorarlo. Para hacerlo, no tendríamos que sufrir. Y aunque sólo sea por un momento pienses que tienes un hijo que te está esperando, es inevitable que te emociones y pienses que estamos obligados y condemnados a dejar un mundo mejor.
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